martes, 1 de junio de 2010

SE LLAMABA FEDERICO

Es bueno recordar a aquellas personas sencillas que vivieron una vida digna, de trabajo, esfuerzo, ocultos en la vida cotidiana y que merecen destacarse. Vivimos en el mundo de lo mediático, donde la fama se cotiza, donde la vida privada se ventila y desvaloriza al ser humano. Donde los valores morales y espirituales están dormidos. Lo que vemos comúnmente es que se destaca a aquellas personas transgresoras en una sociedad que va en declive y dejamos en la sombra a las buenas personas que en el anonimato trabajan y luchan.

UN HOMBRE EXCEPCIONAL
En la vida tiene que haber, un había una vez. Un suceso o personaje que se distingue y que merece recordarlo.
Había una vez un hombre que se casó en España y con sus primeros hijos y su mujer emigró a América. Fue un hombre excepcional.
En América creció la familia, cinco hijos que alegraron su vida
Le gustaba leer el Tibist una revista que se la enviaban por correo y era parecida al Selecciones. Trabajaba en el ferrocarril en un pueblo llamado Vera en el norte de Santa Fe. Argentina era el nuevo hogar de este hombre. Se ocupaba de limpiar los trenes. Después de su trabajo, en su casa seguía su rutina revisaba la quinta, los árboles frutales y una vez que estaba todo en orden se disponía a leer.
Su mujer cocinaba lo que había aprendido en España, a veces hervía lentejas o hacía el cocido que nosotros llamamos puchero y que no faltara la sopa.
Se sentía agradecido a la vida y tomaba su plato de sopa con una sonrisa en la cara.
Sus hijos fueron creciendo hasta que le llegó el turno de jubilarse. Se trasladó a la ciudad de Santa Fe donde compró una casa. Algunos hijos se fueron independizando. Con el tiempo se trasladó a Buenos Aires a vivir con su hijo varón. Allí vivió hasta los 95 años.
Se llamaba Federico este hombre excepcional. Fue un trabajador, formó una familia, y vivió feliz y agradecido a la vida. Este hombre era mi abuelo.

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